(Finales del s. XV - comienzos s. XVIII) Conjunto de Estados y principados independientes que conformaban los territorios alemanes. Desde la Edad media, los diferentes Estados, elegían al emperador que les daba unidad, aunque ficticia. A comienzos del siglo XVII, la dinastía de los Austrias*, había tenido algunos avances moderados en la construcción del Estado, aunque la unidad política de sus posesiones era aún muy escasa. En cada una de ellas el dominio dinástico se asentaba en una base legal diferente y no había instituciones comunes aparte del Consejo de Guerra. Hubo algunos signos de afirmación estatal. Entre estos se puede destacar, la proclamación en 1495 de una paz perpetua, la institución en Frankfurt de un tribunal competente para todos los miembros del imperio y, en 1500 se intentó la constitución de un gobierno único para todo el territorio. Pero estos signos no tuvieron consecuencias duraderas. La dinastía permaneció como pilar de la Iglesia romana y de los principios de Trento, mientras que la mayor parte de la nobleza de estas tierras se pasó al protestantismo. Los Tratados de Westfalia en 1648, confirmaron el fracaso de convertir al Sacro Imperio en un Estado alemán centralizado y católico y se afianzó la división política y religiosa. Dentro de los estados los príncipes eran prácticamente independientes y disfrutaban de casi todos los derechos de la realeza: recaudación de impuestos, derecho a acuñar moneda, mantenimiento de ejércitos, firma de tratados internacionales, mientras no fueran en contra del Emperador y contra el Imperio. En lo sucesivo las prerrogativas del Emperador serían puramente honoríficas. En el siglo XVIII esta situación de división política de Alemania aumentó debido al decaimiento de la autoridad del Emperador. Su existencia estaba aún más debilitada que en el siglo anterior. El Emperador, en teoría, ejercía una soberanía feudal sobre los príncipes alemanes y su título era de gran prestigio, se consideraba defensor de la cristiandad contra los turcos; pero realmente su poder venía más de su origen Habsburgo y de sus posesiones territoriales hereditarias que de su título imperial.