(936-972) Hijo y sucesor de Enrique I, Rey de los Germanos*. Forjó el Imperio germano. Fue coronado rey en Aquisgrán por el Arzobispo de Maguncia en 936 y en 962 el Papa Juan XII, le coronó como emperador del sacro Imperio Romano Germánico. Durante su reinado, la política interior se dirigió a solucionar los conflictos con la nobleza, especialmente los relacionados con la sucesión y a ganarse el apoyo del clero. En el terreno de la defensa de los territorios, continuó con la política militar de su padre, con lo que consiguió frenar el peligro húngaro, derrotándolos en la Batalla de Lechfeld en 955. También derrotó a los eslavos, en el Elba y el Oder, ampliando así los territorios imperiales. Estos territorios los organizó en marcas. La expansión territorial iba unida a la evangelización, dependiendo del Obispado de Magdeburgo. Por último en su expansión hacia el sur, en 951 se hizo con la corona lombarda, llamándose rey de los francos y de los lombardos. Los conflictos en Italia fueron continuos, aunque logró un control más o menos efectivo de todo el norte de la Península italiana, incluyendo los protegidos estados Pontificios. A su muerte le sucedió su hijo Otón, el que sería Otón II, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico*.