(Desde 1164) Lo constituía el conjunto de reinos, condados y señoríos que se encontraban bajo la soberanía de la dinastía formada por el matrimonio entre la heredera del Reino de Aragón, Petronila, Reina de Aragón* y de Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona*. Cada territorio conservó su personalidad jurídica, administrativa y cultural. Desde mediados del siglo XIII, se empezaron a acusar las diferencias estructurales de los condados y reinos de la Corona de Aragón, distanciándose entre sí e iniciando caminos internos diferentes aunque sin perder la unidad dinástica. En un primer momento pertenecían a esta corona el Reino de Aragón* y el Condado de Barcelona. Desde la consolidación dinástica de la Corona de Aragón se inicia un camino común de los territorios que forman esta Corona. Primero con la incorporación, en la primera mitad del siglo XIII, de Mallorca y de Valencia y posteriormente la expansión por el Mediterráneo disputando la hegemonía a Francia y a las repúblicas-estados italianas. Con Pedro III, Rey de Aragón, la expansión por el Mediterráneo se convirtió en un motivo de rivalidad y desconfianza, ya que la intervención aragonesa en Sicilia en 1283, rompió por primera vez el equilibrio Mediterráneo y provocó la intervención de otros países europeos. Además propició la expansión del comercio catalán hacia el Mediterráneo oriental, constituyendo una amenaza para el monopolio genovés y veneciano y para su comercio de productos del lejano Oriente. Durante este periodo la expedición de los almogávares supuso la conquista de los ducados de Atenas y Neopatria. En el siglo XV, Alfonso V, Rey de Aragón* utilizó Sicilia como base para su expansión hacia Nápoles que fue conquistado en 1442.